La reciente decisión del Parlamento Europeo de etiquetar como energías verdes el gas y la nuclear ha rebajado los objetivos ambientales de una Unión Europea, que "no es tan verde como parecía", ha lamentado en entrevista con Efe el científico Fernando Valladares.
Valladares, que estos días publica "La salud planetaria" (editorial Catarata), junto con el catedrático de Ecología de la Universidad Rey Juan Carlos, Adrián Escudero, y la periodista medioambiental Xiomara Cantera, ha señalado que decisiones como éstas son "incompatibles" con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero tal y como fue firmada en el Acuerdo de París de la COP21 en 2015.
"Los 'lobbies' de los combustibles fósiles y su apoyo por parte de las entidades financieras impiden una transición energética limpia", ha insistido este doctor en ciencias biológicas, quien cree que "si abordamos bien esa transición no habrá lugar a conflictos como el de Ucrania y Rusia, que suelen compartir el mismo origen: los combustibles fósiles".
Sin embargo, "la dependencia energética y el rompecabezas de la geopolítica están acabando con recursos básicos como el agua", además de afectar a la salud tanto del planeta como de las personas, de donde nace precisamente el título de la obra publicada por Valladares, Escudero y Cantera.
Así, "un ecosistema funcional y bien conservado reduce el riesgo de exposición humana a patógenos transmitidos por fauna salvaje" pero es difícil mantener su buena salud si no se dedica los recursos suficientes a la restauración ecológica y la conservación de especies, afrontando problemas como el aumento de sequías, altas temperaturas, incendios forestales o presencia de especies exóticas invasoras.
Olas de calor
En el caso de las temperaturas, “las olas de calor son impredecibles e irregulares y vienen con el kit del cambio climático, por lo que tendremos más noches tropicales en las que será difícil encontrar momentos de calor no agobiante” augura con pesimismo.
Buena parte del peso del ensayo recae en el sistema alimentario actual, que "sólo busca maximizar la producción” y por ello ha derivado en una industrialización que “genera menos empleo que la ganadería y la agricultura tradicionales, satisfaciendo sólo el interés de unos pocos".
Este es el caso de las macrogranjas y las entidades financieras, “las únicas que recuperan el dinero de las inversiones dejando un rastro de consecuencias para la ciudadanía”, denuncia Valladares.
Por ello "los incentivos económicos para evitar mayor despoblación en las zonas rurales deberían abordarse desde una óptica amplia y ecológica", que no se vea condicionada por "la inercia histórica de transferir las competencias autonómicas”.
Neutralizar emisiones
Los autores del libro defienden entre otras cosas reestructurar la ganadería, reducir la producción de carne y las importaciones agrícolas, abandonar el monocultivo y la agricultura intensiva y favorecer programas educativos de concienciación de consumo local dentro de un sistema alimentario global y equilibrado.
Valladares apuesta además por la acción individual "que es capaz de neutralizar más de la quinta parte de todas las emisiones de gases de efecto invernadero" y por una redefinición del concepto de calidad de vida: "poseer bienes no puede ser el fin último y único de nuestra existencia”.
En ese sentido apuesta por "una ruptura de inercias del pasado" que incluya "acción a escala tanto global como local" incluyendo las asambleas ciudadanas, porque "los individuos deben confiar en su poder para hacer presión sobre los responsables políticos a la hora de tomar decisiones incómodas” para atajar crisis ambientales, económicas y sanitarias "antes de que sea tarde".
No obstante, reconoce que eso requiere una ciudadanía con "conciencia ética y científica", una ciencia que "tenga en cuenta sus necesidades a la hora de proponer cambios" y unos políticos y empresas que estén "dispuestos a ejecutarlos dentro de unos acuerdos inmediatos".
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