La relación entre el ministro de Energía, Álvaro Nadal, y las grandes eléctricas del país nunca fue especialmente buena. Ya desde su época como director de la Oficina Económica de Moncloa, dicen las malas lenguas que Nadal expulsó de su despacho a algún directivo del sector eléctrico.
El caso es que desde que aterrizó en el Ministerio de Energía la relación ha sido al menos distante. Para empezar, ninguno de los CEO de las tres grandes eléctricas acudió a la toma de posesión de Álvaro Nadal como ministro de Energía. Algo que chocó bastante porque allí se encontraba la alta dirección de prácticamente todo el sector energético.
Dice el refranero que cuando mal empieza, mal acaba. La relación se inició con una sentencia del Tribunal Supremo que daba la razón a las cinco grandes eléctricas. La sentencia del bono social que obligaba al Gobierno a devolver 500 millones a las compañías por haber financiado el bono social en los últimos dos ejercicios.
Esa sentencia sentó mal en el seno del Ministerio. Tanto que intentó recurrirla. Inmediatamente se puso manos a la obra el equipo de Nadal para tratar de obligar a las compañías a que financien el bono social. La nueva financiación, como no, acabó de nuevo en el Supremo.
A los pocos días le explotó en las manos al Gobierno el problema de la pobreza energética. Y ahí empezaron los primeros enfrentamientos con las compañías a las que acusó el Gobierno de no hacer bien sus funciones e intentó que las eléctricas se pusieran las pilas en esta materia, algo que ya venían haciendo desde meses o años atrás, pero claro el suceso de la anciana de Reus creó un distanciamiento sideral entre Gobierno y compañías.
Llegó enero, y la tormenta perfecta causó un subidón del precio de la electricidad que descolocó a Nadal y su equipo. Lo primero que hizo el ministro es poner la duda sobre la actuación de las compañías eléctricas. Y claro, la tensión fue a más. Ordenó una investigación a la CNMC para que supervisara si hubo mala fe por parte de las empresas generadoras para hacer subir el precio de la electricidad.
Otra vez echó a las eléctricas a los leones. La opinión pública en contra de las compañías por esa sombra de sospecha continua que se proyectaba desde el Ministerio.
Para hacerles pagar un poco el pato, el Ministerio se sacó de la chistera la creación de un market maker obligatorio para el Mibgas. Lo que hacía era obligar a crear mercado de gas a Gas Natural y Endesa. Algo que las eléctricas han parado porque no ha sido hasta este noviembre cuando el Gobierno lo aprobó.
Semanas después, con el precio de la electricidad ya más tranquilo, llegó el primer encontronazo duro. Fue cuando Enel dijo que pretendía cerrar Compostilla y Andorra antes de 2020 porque no eran rentables.
Nadal saltó como un resorte y estuvo a punto de crear un conflicto con el Estado italiano. Acusó a Enel de favorecer a los italianos en vez de a los trabajadores españoles. Ahí la relación Endesa-Gobierno fue muy tensa.
Hay que ir sumando hechos. Parecía que la cosa se iba a calmar pero llegó Ignacio Galán y filtró que iba a cerrar Garoña cuando a su socio Endesa quería esperar a ver el resultado del CSN y del Gobierno. El Consejo de Seguridad Nuclear dejó la puerta abierta pero el Ministerio finalmente en el verano la cerró a cal y canto.
Mientras hubo una negociación porque había que tomar una decisión sobre Almaraz. Y claro, desde las eléctricas se presionó para que aún no se tomara esa decisión y se aplazase hasta 2019. El Gobierno ahí les hizo caso, y se destensó la relación. Pero no se crean que tanto.
Después llegaron las subastas de renovables. Una en mayo y otra en julio. La mayor empresa de renovables del país, Iberdrola, prácticamente se borró de ambas subastas. A la primera decidió no competir en precios y a la segunda ni fue. Y esa decisión de Iberdrola no sentó muy bien en el Ministerio al que le hubiese gustado que la eléctrica participara. Pero claro, la subasta estaba mal diseñada y pasó lo que pasó, que el propio Gobierno acabó reconociendo sus errores.
Y ahora ha llegado el cierre de las centrales eléctricas. A la decisión de Endesa de cerrar Compostilla y Andorra se suma Iberdrola con la petición de cierre de las centrales de carbón de Velilla y Lada. Iberdrola quiere abandonar el carbón, pero Nadal no quiere.
Inmediatamente ha sacado un borrador de Real Decreto para que el Gobierno tome el total control de la situación y no haya ni un resquicio para que las compañías no decidan qué hacer con las centrales, si cerrarlas o mantenerlas abiertas.
Ahora es cuando la batalla se encuentra en la fase decisiva. En pocas semanas el Gobierno tiene que hacer el borrador del que será el plan para abordar la transición energética. El Gobierno quiere mantener carbón y nucleares a toda costa para que no le suba el precio de la electricidad.
Si ese cierre de nucleares y carbón se diese, algo que no ha hecho ningún país de nuestro entorno, además de que el precio de la luz se dispararía, lo que principalmente sucedería es que los ciclos combinados comenzarían a trabajar a marchas forzadas.
Ahí está la batalla real. Carbón o gas natural. Endesa o Iberdrola y Gas Natural Fenosa. Y en medio de todo eso está Nadal que al final no quiere que nadie se beneficie de todo esto, algo que será complicado de hacer. Ahora el foco está puesto en Iberdrola, pero la relación no ha sido buena desde el principio con las eléctricas.
¿Cómo acabará la batalla entre Gobierno y eléctricas?
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