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En nuestro artículo sobre la Guerra del Gas, se ponía de manifiesto la vulnerabilidad de la UE  y distintas cuestiones estructurales que afectan a la seguridad y garantía de suministros de gas por parte de países terceros y, más concretamente, nuestra creciente dependencia de Rusia. Una situación que denuncia el fracaso en el empeño por construir el mercado interior del gas comunitario y, como se verá, de la energía, en general, en la Unión Europea. Estamos ante otro desafío principal que marca la agenda del nuevo Comisario de la Energía.

Miguel Arias Cañete hará bien en fijarse este desafío como un objetivo prioritario de su gestión. Así lo ha reconocido la propia Comisión en numerosas ocasiones, en especial cuando enfatiza que… la existencia de un mercado interior de la energía competitivo es un instrumento estratégico tanto para ofrecer a los consumidores europeos la elección entre distintos proveedores de gas y electricidad a precios equitativos como para permitir el acceso al mercado a todas las empresas, en particular a las más pequeñas y a las que invierten en energías renovables. Es evidente, sin embargo, que este objetivo no se cumple en la actualidad. Un sinfín de directivas, informes, libros blancos o verdes e ingentes dotaciones para subvenciones y todo tipo de ayudas nos han permitido avanzar muy poco en el logro de ese objetivo prioritario. Y esto ha sido así porque los intereses de algunos países miembros se han antepuesto al interés general. Para demostrarlo, basta que nos planteemos una pregunta muy sencilla: ¿Tiene hoy una empresa española las mismas posibilidades de acceder al mercado del gas ruso, noruego o del Reino Unido, que una empresa alemana, francesa o italiana, países que son nuestros competidores naturales en el mercado comunitario. Está claro que no. La carencia de infraestructuras de transporte niega esa posibilidad a España y a otros países comunitarios condenados al papel de islas energéticas. Y lo que se ha apuntado para el gas sirve también en el caso de los oleoductos o la electricidad. Mientras estas graves deficiencias no se subsanen, no podrá hablarse con fundamento de un mercado interior de la energía seguro, sostenible y competitivo.

Ya sabemos que esta tarea no es labor de una sola legislatura. Pero hora es ya de acometerla con paso firme. Clama al cielo que, a estas alturas,  cuando  se ha cumplido  más de un cuarto de siglo de nuestra adhesión a las instituciones europeas, la capacidad de interconexión de España con los mercados de gas y electricidad de países terceros sea mayor que la de las infraestructuras que nos unen a la propia Unión Europea. En otras palabras, es evidente que las trabas para lograr ese mercado interior siguen siendo mayores que los mecanismos de integración en ese mercado inexistente. La propia doctrina comunitaria reconoce que… la realidad de ese mercado interior de la energía se basa, sobre todo, en la existencia de una red de energía europea segura y coherente y, por lo tanto, en las inversiones realizadas en infraestructuras. Y, por el contrario**, un mercado que no esté realmente interconectado no puede participar de los objetivos de diversificación, seguridad de abastecimiento, sostenibilidad y competitividad,** que constituyen los cimientos y las cuatro piedras angulares de ese mercado común con mayúsculas**. ** Mientras ese mercado interior interconectado no sea una realidad, tampoco será posible acceder a ese marco que facilite el correcto funcionamiento del mecanismo de intercambio de derechos de emisión de CO2,que se presenta como  garantía de una política económica sostenible.

Se nos podrá argumentar que, desde la fundación de la CECA, aquella Comunidad Europea del Carbón y del Acero, fundamento del Tratado de Roma, son muchas las normas y los esfuerzos que se han realizado para el desarrollo de ese mercado interior de la energía. Pero como la propia comisión argumenta, en la práctica… la UE todavía está lejos de alcanzar ese objetivo prioritario de un auténtico mercado interior en el que los consumidores comunitarios no solo tengan el derecho teórico a elegir libremente a su proveedor de gas y electricidad, sino que ese derecho pueda ejercitarse en la práctica de manera fácil y efectiva. Porque,mientras esa no sea la práctica generalizada, no tendrá sentido hablar de transparencia de precios ni tarifas competitivas.

De lo que se trata, en otras palabras, es de hacer política con mayúsculas. Ya es hora de construir la UE del Kw. Si no lo hacemos, todo el tinglado comunitario se derrumbará como un castillo de naipes. Nadie cuestiona hoy que una política energética eficaz es el fundamento competitivo de las grandes potencias. Así lo entienden  China,  Rusia y  EEUU. Y así debemos entenderlo también en la UE, porque está en juego el ser o no ser de nuestra identidad europea.

Hasta la fecha, hemos estado tan ocupados en construir la Europa de las lechugas que  hemos olvidado la urgente prioridad de construir la Europa del KW. Hemos tomado el rábano comunitario por las hojas. Este es el gran desafío a que deberá hacer frente Miguel Arias Cañete, al que se piden ahora prestaciones radicalmente diferentes y mucho más importantes. Se trata de pasar de unas actividades protegidas y subvencionadas, como la Agricultura y la Pesca, a construir un mercado abierto y competitivo para la energía. Su honestidad y capacidades no se cuestionan. Tampoco su habilidad política en cuestiones comunitarias. Su brillante trayectoria al frente de responsabilidades ligadas a la agricultura y la Pesca son una etapa  pasada. Ahora está llamado a desempeñar funciones mucho más transcendentales. Porque, si nos falla el kw, nos faltará el agua que bebemos y el aire que respiramos. Hasta las lechugas peligran.

Miguel Ángel Pérez Marqués es periodista, consultor y miembro del Consejo Editorial de El Periódico de la Energía

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