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El principal objetivo de la COP21 que se celebra en Paris es frenar el calentamiento global y que la temperatura media del planeta no supere los 2ºC,  temperatura máxima que la evidencia científica ha calculado que no se debe superar para que no se produzcan efectos meteorológicos irreversibles que pongan en serio peligro amplias zonas del mundo.

Las dudas existentes sobre los resultados de la Cumbre se hacen más palpables con el transcurso de los días. Un acuerdo global vinculante no es fácil de conseguir. A pesar del fracaso que supuso el Protocolo de Kioto en obtener un compromiso frente al aumento de la temperatura, el avance en la concienciación de todos los países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo, ha sido muy grande. Hoy, salvo excepciones, hay consenso en que es imprescindible alcanzar compromisos por parte de todos para tener una solución global a un problema global. Está claro que el compromiso unilateral de unos pocos, entre los cuales la UE ha tenido un liderazgo indiscutible, no sirve para nada si no hay un compromiso global de modificar el modelo energético y económico actual. Las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de la UE van camino de representar el 10 % de las emisiones globales, por ello, por mucho esfuerzo que realicen en Europa las industrias y los consumidores de muy poco servirá si el resto de las economías más importantes del mundo no se involucran con el mismo esfuerzo que nosotros. Este principio es básico para conseguir el objetivo que se persigue, y es necesario explicarlo con trasparencia a la ciudadanía.

En la apertura de la reunión, los Jefes de Estado han pedido a los negociadores ambición, conscientes de que solo así podrán conseguirse unos objetivos que aseguren a las generaciones futuras un planeta habitable, tal y como lo conocemos en la actualidad.  Hay indicios positivos para un avance, como haber cambiado el enfoque de “arriba-abajo” por un mecanismo de “abajo-arriba” donde el punto de partida es lo posible, lo realizable. La Cumbre es el momento de completarlo con una perspectiva horizontal que globalice y vincule los compromisos individuales.

Esta transversalidad es la esencia de la actividad de nuestro sector, integrado por compañías presentes en todos los puntos del globo, diversificadas en mercados y actividades, miembros de las cadenas de suministro de otros sectores y a la vez líderes de las propias. Las energías con altas emisiones de GEI constituyen hoy cerca del 80% de la energía que se consume en el mundo, energía que sigue siendo necesaria cada día para el progreso social y económico de los países. Es necesario un suministro energético abundante, fiable y respetuoso con el medio ambiente. También hay una conciencia generalizada entre todos los expertos energéticos, entre ellos la AIE, en que la transición a un modelo energético bajo en emisiones de GEI va a ser larga y que los avances tecnológicos son los que van a posibilitar el cambio.

Álvaro Mazarrasa. FOTO: AOP.
Álvaro Mazarrasa. FOTO: AOP.

Somos conscientes del enorme desafío al que nos enfrentamos. Para el sector energético, no es una novedad ni ha sido nunca una moda: desde finales del siglo XX trabajamos para reducir el impacto de nuestra actividad y desarrollar productos con menores impactos ambientales. Las refinerías europeas han innovado y son hoy líderes en uso eficiente de la energía y en reducción de la intensidad energética de las actividades de producción. Las refinerías españolas, tras las recientes inversiones realizadas, están entre las más eficientes de Europa. Nuestra vocación es seguir mejorando la eficiencia energética de nuestros procesos y contribuir a una economía baja en carbono y económicamente sostenible. Tenemos mucho que aportar para conseguir un futuro con menores emisiones y para construir una respuesta global. Para ello, es imprescindible mantener nuestra industria en Europa y tratar de que haya un compromiso universal de reducción de emisiones, para que todos los actores juguemos con las mismas reglas, cualquier otra solución implicaría un traslado de emisiones de una zona del planeta muy eficiente a otra menos eficiente y, por ello, un agravamiento y aumento de las emisiones globales de GEI.

La nueva dinámica de relación entre gobiernos, industrias y sociedad nos está exigiendo ya respuestas acordes. La industria quiere liderar las iniciativas y colaborar para orquestar entre todos los actores un marco que nos guíe de forma ordenada hacia el nuevo modelo. Un ejemplo es la Oil&Gas Climate Initiative, integrada por un conjunto de empresas que aporta el 20% del petróleo y gas producidos en el mundo, cuyo objetivo es  desarrollar soluciones que permitan hacer frente al desafío. La declaración institucional presentada el pasado octubre, pone el acento en la urgencia del problema y recoge la firme voluntad de intensificar las inversiones en eficiencia e innovación, en acceso a la energía y en optimización de procesos, así como desarrollar alianzas y proyectos en ámbitos como la automoción, la captura y almacenamiento de carbono o el aprovechamiento de recursos renovables.

A cambio, pedimos a los gobiernos marcos estables, coherentes con la satisfacción de la demanda y con un calentamiento inferior a 2ºC, que nos permitan tomar decisiones a largo plazo. Necesitamos señales claras que dar tanto a nuestros inversores, que hacen posible seguir innovando en procesos y productos con largos periodos de retorno, como a nuestros clientes, cuyas pautas de consumo responsable serán esenciales para construir ese futuro.

Para que se respete, el acuerdo debe recoger objetivos realistas, reflejo de compromisos que las sociedades están dispuestas a alcanzar sin ver recortadas sus aspiraciones de desarrollo. Un acuerdo equitativo, que reparta la carga sin lesionar los intereses de unos pocos; un acuerdo global, donde todos contribuyan, cada uno en su justa medida; un acuerdo que no perturbe artificialmente con impuestos o subsidios la formación de los precios en los mercados y, finalmente, un acuerdo vinculante, que incorpore elementos de rendición de cuentas y donde se pueda sancionar el incumplimiento y disuadir del mismo.

Algunos esperan que aparezca una tecnología disruptiva que asegure el éxito y ahorre esfuerzos para lograrlo. Cumplir nuestros compromisos y seguir trabajando en soluciones innovadoras es la mejor apuesta para recorrer el camino que nos marque París. La trascendencia económica y geopolítica de nuestras operaciones nos convierte en actores necesarios en el diseño de un recorrido claro y eficaz y reiteramos nuestra disposición para impulsar la imprescindible colaboración entre empresas e instituciones.

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