La inestabilidad geopolítica y la desglobalización han aumentado la necesidad de fuentes de energía locales. Debatimos el auge de la seguridad energética y lo que esto significa para el movimiento de transición energética, tanto en las energías convencionales como en las renovables.
La inestabilidad geopolítica de los últimos años ha puesto al descubierto los riesgos de la interconexión o la globalización, especialmente en lo que se refiere a la energía. La pandemia de Covid-19 fue el comienzo de un periodo de varios años de trastornos y cuellos de botella a escala mundial. A este escenario le han seguido los conflictos en curso en Europa y Oriente Medio, que han amenazado constantemente el suministro de petróleo y gas.
La dinámica de desglobalización que estamos presenciando, como parte del 3D Reset (desglobalización, descarbonización, demografía) ha acelerado la necesidad de que los gobiernos y las poblaciones identifiquen rápidamente fuentes de energía seguras con bajo riesgo geopolítico, es decir, un suministro convencional que esté más cerca de casa o situado en regímenes estables y democráticos.
En consecuencia, la cuestión de la seguridad energética -cómo obtener, transportar y almacenar energía de forma resistente, segura y asequible- ha pasado a primer plano. Se trata de una cuestión económica compleja a corto y largo plazo; también es una cuestión política delicada, tanto a escala nacional como mundial.
La seguridad energética lidera la agenda
A escala nacional, crece la necesidad de autoabastecerse de energía. Los gobiernos recurren a las políticas públicas para fomentar la producción local de energía y reducir la dependencia de las cadenas mundiales de suministro, como la REPower en la UE, la Ley de Reducción de la Inflación en EE.UU. y el 14º Plan Quinquenal (14FYP) en China.
La diversificación y la seguridad energética han pasado a encabezar la agenda de las autoridades públicas. Se trata de acelerar la transición energética desde el punto de vista de la necesidad climática, pero sin quedarse atrás desde la perspectiva de la seguridad energética. Estos son los dos motores. A corto plazo, la seguridad energética y el bloqueo de los distintos métodos de suministro a través de las energías renovables se desplegarán en los próximos años.
Hay una serie de factores superpuestos y entrelazados que tienen cierto grado de responsabilidad en esta mayor preocupación. Por ejemplo, la falta de inversión ha provocado una reducción de la capacidad excedentaria, y se ha producido una aceleración del crecimiento de la demanda de energía tanto en los países desarrollados como en los emergentes.
La descarbonización es otro factor clave en esta carrera por la seguridad energética, aunque conlleva un calendario más a largo plazo. La sostenibilidad y la resiliencia pueden ir de la mano en lo que respecta a la energía, ya que la descarbonización y la electrificación del sistema energético es una forma de acabar con la dependencia energética al tiempo que se aspira a las emisiones netas cero.
Descarbonización
Como parte de los esfuerzos de los países por descarbonizar, asistiremos a una aceleración del crecimiento en industrias bien establecidas como la eólica, la solar y la de red, así como en tecnologías más nuevas como el almacenamiento en baterías, la captura de carbono, el hidrógeno y la energía nuclear. También necesitamos infraestructuras de red para hacer frente al aumento de la carga eléctrica intermitente procedente de las energías renovables.
Gráfico 1: Previsión de aceleración de la demanda de electricidad en las dos próximas décadas
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